3.

 

Después de que Keegan y sus hombres salieran a caballo, Caitlin estuvo de pie en el pasillo durante un minuto por lo menos, tan frágil por la tensión que sentía como si un sonido fuerte pudiera hacer que se rompiera. Y frío. Oh, Dios, sentía tanto frío.

Con movimientos rígidos, recuperó su bata y se la puso. El algodón se sentía helado mientras ataba el cinturón. Todavía helada, envolvió sus brazos alrededor de su cintura y se estremeció, su mente se tambaleaba entre el pasado y el presente, los viejos y nuevos terrores. A pesar de que Ace Keegan no la había tocado, se sentía violada. Y avergonzada. No era lo que había sucedido en realidad lo que le molestaba, si no lo que habría permitido que sucediera si no hubiera decidido irse. Lo que todavía permitiría que sucediera si se trataba de elegir entre sacrificar su honor o la vida de su hermano.

Cualquier cosa por Patrick. Cerró los ojos y una creciente ola de furia hizo que lo viera todo rojo. Si no fuera porque había bebido como un pez estos últimos tres meses, Patrick nunca se hubiera metido en semejante aprieto.

¿Cómo se atrevía a ponerla en una posición tan imposible?¡Cómo se atrevía! Podía ser tan comprensiva como el que más, pero ya era suficiente. ¿Disparar a un toro premiado?

¿Y disparar contra los hombres de Keegan? ¿Y todo porque le había tomado gusto al whisky?

Durante casi veinte años, su padre había convertido su vida en una pesadilla viviente. Que la condenaran si iba a aguantar más de lo mismo de su hermano. Era mayor y ya no estaba indefensa. Patrick se iba a enderezar, o ella conocería el por qué.

Después de volver para apagar la linterna, Caitlin irrumpió en el callejón. Delante de ella, el brillo de la otra lámpara parpadeaba, su halo palpitante proyectaba la silueta de la soga vacía contra la degradada pared. Con cada paso que daba, su zancada era más larga y su ira había aumentado hasta hervir.

Encontró a su hermano sentado en el comedero cerca de su caballo, donde se presumía que los hombres de Keegan lo habían abandonado. A su lado, habían dejado su rifle, con los cartuchos esparcidos por el suelo. Apoyado contra la separación de tablones de una cuadra, con la cabeza colgando, Patrick se veía tan abatido que se detuvo en seco.

Hizo a un lado sus sentimientos de compasión. Ese era probablemente más de la mitad del problema de Patrick, que siempre tenía una excusa para él. Bien, esta vez no. No se encuentra el olvido en el fondo de una jarra de whisky, sólo una gran cantidad de dolor. Él no podía escapar de la verdad, tratando de entumecerse.

Se abrazó la cintura de nuevo, tan enojada que estaba temblando. Mirando a Hank, que seguía de pie en el umbral, le preguntó:

¿Se han ido?

Aunque estaba oscurecido por las sombras, Caitlin vio al anciano lo suficiente como para saber que él se inclinaba hacia ella, con una mano ahuecada detrás de la oreja. Alzando la voz una octava, repitió la pregunta.

Oh, Si señora, se han ido. Hank se trasladó a la luz, echando a Patrick una mirada que podría haber pulverizado el granito. Luego se volvió con la mirada preocupada hacia Caitlin.

¿Estás bien, cariño? ¿Él…

No le interrumpió. Estoy bien, Hank. Perfectamente bien.

Hank la estudió durante un largo momento, con expresión dudosa.

Siento no haber intervenido, señorita. No había mucho que pudiera hacer, con Patrick a una pulgada de ser colgado y todo eso. Parecía más inteligente mantener la calma y mantener la boca cerrada.

Hiciste lo correcto, Hank. Bien está lo que bien acaba. Tuvimos suerte.

No gracias a algunos que podría nombrar El anciano vaquero sacudió su canosa cabeza. Creo que no es de mi incumbencia. De hecho, sé que no lo es. Pero yo he trabajado en esta tierra durante casi veinticinco años, y voy a decirlo de todas maneras Fijó la mirada en Patrick. Si sigues así, chico, vas a llegar a ser un mal ejemplo de hombre. Después de ver lo que el whisky le hizo a tu padre, cualquiera pensaría que sabias más para no cometer el mismo error. ¿Cuándo vas a tener la cabeza bien puesta? ¿Cuándo sea demasiado tarde? Si yo fuera más joven, te haría entrar en razón, y no hay dos maneras de hacerlo.

Gracias por venir a ayudarnos, Hank Miró a su hermano, que no se había tomado la molestia de reconocer los comentarios de Hank más que moviendo la cabeza. Tenerte aquí me hizo sentir un poco menos sola.

Pronunciar estas palabras hizo a Caitlin sentirse desolada. En el pasado reciente, había sido Patrick, quien siempre había estado de pie a su lado, Patrick, el que la había ayudado a superar los momentos difíciles. Patrick y ella, en contra de su padre y del mundo. ¿Qué le había pasado, para que en la actualidad se sentase, como un bulto patético de carne sucia y whisky que no podía mirarla a los ojos?

No fui de mucha ayuda admitió el anciano, trayendo a Caitlin de vuelta al presente. No me atreví usar mi pistola, aquí palmeó el revólver, y mis días de “enterrador” fueron hace mucho tiempo. Pero he hecho lo que he podido. Como tú dices, tuvimos suerte.

Caitlin le dedicó una sonrisa temblorosa.

Gracias. Y ahora, ¿nos disculpas? Tengo que hablar con mi hermano.

Hank asintió con la cabeza y salió.

Ella no se molestó en asegurarse que los había dejado. Comenzó a caminar en un amplio círculo frente a Patrick.

Entonces dijo bruscamente. Le disparaste al toro premiado de Keegan, ¿verdad? Brillante jugada, Patrick. Déjame adivinar. Apuesto a que se te ocurrió esa idea fantástica después de empezar a beber.

Patrick finalmente reconoció su presencia apoyando la cabeza en la pared. Incluso en la penumbra, podía ver los rastros brillantes de lágrimas en sus mejillas, y cuando lo miró a los ojos, se olvidó de lo que quería decir.

Hank tiene razón, ¿sabes? La saludó con su jarra de whisky, que volcó para mostrar que estaba vacía. Soy un inútil intento de hombre, soy un inútil para cualquier cosa.

Caitlin no recordaba, haber oído nunca que la voz de su hermano sonara tan hueca, o tan desesperada. Junto a él, se dio cuenta de que la tierra estaba manchada de una humedad reveladora donde se había derramado el resto del licor.

Yo solía mirar a nuestro padre y lo odiaba por ser tan débil susurró Patrick con voz áspera. Por amar a su whisky más de lo que nos amaba a ti y a mí. Nunca pude entender el dominio que tenía sobre él.

Lo que sonó alto y claro era lo que Patrick no había dicho, que ahora el whisky tenía el mismo poder sobre él. Se quitó esa idea. ¿Cómo podía ser que en tan poco tiempo, su hermano hubiera llegado a esto? Tensó los hombros contra otra oleada de compasión. Sintiendo lástima por Patrick no le iba a ayudar.

No has estado bebiendo el tiempo suficiente para estar enganchado, Patrick. Aún lo podrías dejar, si sólo lo intentaras Caitlin cerró las manos en puños, rogando a Dios que lo que decía fuera verdad. Me niego a escuchar cualquier cuento de desgracias. Tú eres el que decidiste dar el primer trago esta noche. Sólo tú. Y tú eres el único responsable de lo que vino después. ¿El toro de Keegan? Tenías que saber que vendría detrás de ti para hacértelo pagar. Y sin embargo, le disparaste al animal de todos modos. Era una locura. Una completa locura.

Sus ojos azules brillaban con lágrimas, cuando con el rostro marcado de pesar, dijo:

Te lo juro, Caitlin, nunca voy a beber otro trago. Si pudieras perdonarme, te prometo que no lo haré.

¿Dónde he oído eso antes?

No, Caitlin te lo juro, esta vez lo digo en serio.

Aunque su intención había sido dar a Patrick una reprimenda que no olvidara nunca, Caitlin se dio cuenta de que estaba perdiendo rápidamente el control sobre su ira. Miró a los ojos de su hermano y sólo vio allí la sinceridad de corazón. No una promesa a la ligera, sino un voto.

Oh, Patrick, creo que realmente lo dices en serio.

Lo hago. Te lo prometo, realmente lo hago Levantó una rodilla para apoyar el codo y se tapó con una mano los ojos. Por un momento, parecía estar conteniendo la respiración, y luego sollozó. Oh, Dios, Caitlin. Soy igual que nuestro padre. Todo lo que necesito es un poco de whisky y soy un extraño, incluso para mí mismo Respiró de manera irregular. Cuando me di cuenta de que Keegan quería llevarte a la parte trasera del granero, todo lo que podía pensar era en mí mismo y lo que me pasara a mí, si tú no ibas. Lo siento. Lo siento mucho. Por favor, dime que el hijo de puta no te hizo daño. Por favor.

Con su corazón atrapado en el dolor en su voz, de repente su única preocupación era aliviarle.

No, no. No me hizo daño. Te lo juro. Estoy bien, Paddy. Honestamente, lo estoy.

Parte de la tensión salió de su cuerpo. Después de un momento, dijo:

No, gracias a mí, como dijo Hank. No puedo creer que te dejara ir allí con él. ¡No puedo creer que lo hiciera!

Oh, Patrick. Es el whisky. ¿No lo ves? Destellaban en su mente imágenes de todas las demás locuras inexplicables, que Patrick había hecho recientemente. Se sintió como si su hermano hubiera ido a un prolongado mal viaje y un impostor hubiera ocupado su lugar. Es sólo el whisky.

El silencio se instaló entre ellos, un silencio horrible lleno de pensamientos nerviosos de lo que acababa de ocurrir. Escuchó el leve sonido de los cerdos en celo fuera de su corral, el mugido bajo de la vaca en su establo. Cualquier cosa para evitar pensar en Keegan.

Después de una larga pausa, Patrick dijo.

El peligro no ha pasado, ya sabes.

Caitlin lanzó una mirada inquieta sobre su hombro.

¿Qué quieres decir, con no ha pasado? Hank dijo que todos se habían ido. Estamos suficientemente a salvo… por esta noche, al menos.

¿Qué vamos a hacer si los hombres van a la ciudad y empiezan a escupirlo por sus bocas? Si se corre la voz, se destruirá tu reputación.

Caitlin se relajó un poco. Mantener su reputación intacta no era una preocupación importante para ella. Estaba más preocupada por cosas como aplazamientos de deudas y hacer frente al peligro muy real de la vuelta de Ace Keegan. No es que se atreviera a decírselo a Patrick.

Se agachó a su lado y le puso brazos alrededor.

No vamos a pedir más problemas. Además, ¿te acuerdas de mí? ¿La hermana chiflada que ama enterrar la nariz en un libro y soñar con lugares lejanos? ¿La que quiere ir a San Francisco y asistir a la ópera una vez por semana? Si las cosas se ponen peor, una mala reputación no me seguirá tan lejos.

Si no fuera por mí, ¿seguirías pensando en irte?

No seas tonto, Patrick.

Ahora que nuestro padre ha muerto ¿qué otra razón hay para que te vayas?

Caitlin no supo la respuesta. Sólo sabía que quería irse. Tal vez marchándose los recuerdos que la perseguían se quedaran aquí. O tal vez se trataba de una simple necesidad de borrar su pizarra y empezar de nuevo. De todos modos, ahora no era el momento para discutir sus razones. No cuando Patrick estaba borracho. No cuando podría parecer perfectamente lúcido un momento y volverse loco como una cabra al siguiente.

Mi pasión por los lugares lejanos no tiene nada que ver contigo, muchacho. He estado leyendo sobre el ballet y la ópera desde que solo llegaba a las rodillas y lo sabes. ¿Por qué crees que mi anhelo de experimentar esas cosas tiene nada que ver contigo?

Por lo que acabo de hacer, por eso.

Caitlin suspiró y le revolvió el pelo, su corazón dolido por el sentimiento de culpa que mostraba el rostro de su hermano.

Patrick, confía en mí. En todo caso, tú eres la razón por la que podría decidir quedarme. Te quiero, tonto. ¿No lo sabías? Admito que ha sido difícil en estos últimos meses y que quería retorcerte el cuello más veces de las que puedo contar. Pero un momento difícil en todos los años que hemos compartido no es razón suficiente para hacer que te odie.

Su boca se redujo a una línea sombría.

Puede que cambies de opinión cuando no te puedas ir porque todo lo que vamos a tener que pagar a Keegan por el maldito toro. Antes de irse, me dijo que la única manera de que lo olvidara es si le pago cinco mil dólares.

El estómago de Caitlin se contrajo. Le había costado cinco años ahorrar mil dólares.

¿Dijo cómo puedes hacer los pagos?

Mensuales Patrick se pasó una mano por los ojos. Cualquiera que sea la cantidad que pueda pagar.

Cinco mil. La cantidad era asombrosa. Y además de eso, Keegan mantenía sobre su cabeza la amenaza de aprovecharse de su cuerpo. Apretó los puños.

Vamos a arreglarlo, Patrick. Juntos. Como siempre hemos hecho.

Patrick le dirigió una mirada.

Realmente he liado las cosas. No puedo creer que disparara al toro. Parece una locura ahora, cuando… Su voz se quebró y tragó convulsivamente. Le disparé en la barriga a propósito susurró, esa sí que es una muerte horrible. Y luego me marché y lo dejé mugiendo Cerró los ojos. ¿Qué clase de persona hace algo así?

Caitlin no tenía respuestas. Le pidió a Dios tenerlas.

No podía imaginar al hermano que ella conocía haciendo una cosa tan terrible. Patrick había sido siempre tan amable… tan atento, incluso con los animales salvajes.

Lo llevo en la sangre dijo con una voz carente de inflexión. A veces soy tan parecido a él que me da un miedo de muerte.

¡Oh, Patrick! Caitlin le alisó el pelo de la frente. No eres como él. Para nada. ¿Me entiendes? No quiero que me digas una cosa así nunca más. Es sólo el whisky. Te vuelves loco cuando bebes. Si mantienes tu palabra y nunca más tocas el alcohol, vas a estar bien. Perfectamente bien.

Con una rapidez que la sobresaltó, Patrick se agarró a ella. Enterrando su cara contra su cuello, lloró como un niño, todo su cuerpo temblando. Caitlin no tenía ni idea de cómo tranquilizarlo, así que sólo lo sostenía. Su corazón se rompió un poco por lo grande que se sentía en sus brazos, lo torpe que se sentía al sostenerlo cerca. Era ancho de hombros, brazos musculosos. Había pasado mucho tiempo desde que no habían hecho otra cosa que darse un abrazo rápido. Su hermano menor, a quien ella había amado tanto y durante tanto tiempo, se había convertido en un hombre.

Un hombre atormentado.

No tenía idea de cuánto tiempo se acurrucaron allí, sólo que con el tiempo sus sollozos cesaron y las lágrimas dejaron vetas húmedas de sal en su piel. Cuando comenzó a apoyarse más contra ella, se preguntó si se había desmayado.

¿Patrick? susurró.

Se movió ligeramente.

No me odies, Caitlin. Siento no haber detenido que fueras allí con él. Estaba tan asustado. Nunca volveré a emborracharme así otra vez. Te prometo que no lo haré. Nunca.

Le pasó una mano por el pelo y sonrió ligeramente.

Tan espantoso como había sido su encuentro con Keegan, casi valdría la pena si Patrick dejara de beber. Durante semanas, había estado maquinando en su cerebro, tratando de pensar en alguna manera de volver a atraer a Patrick. Ahora, al parecer, sus oraciones habían sido escuchadas. De la manera más inverosímil y desagradable, por cierto, pero tener a su hermano de nuevo era todo lo que realmente importaba.

Vamos. Creo que es hora de que vayas a la cama. Va a empezar a hacer frío aquí fuera, en el granero. Mañana tendrás un resfriado, ya puedes apostar.

Patrick se apartó de ella e hizo un gran esfuerzo para valerse por sí mismo. Por desgracia, sus piernas no parecían estar cooperando. Caitlin le rodeó con un brazo los hombros y se esforzó por aguantar su peso. Después de varios intentos fallidos, finalmente lograron ponerse de pie.

Santa Madre, Patrick , ¿cuánto whisky has bebido? preguntó mientras se tambaleaban hacia los lados.

Demasiado.

Ella se rio a pesar de sí misma. ¿Demasiado? Oh, en qué diablo de lengua plateada se había convertido su hermano.

Apretó su brazo alrededor de su cintura y se dirigió resueltamente hacia la casa, dando un paso de lado por cada dos que daba hacía adelante.

La práctica había perfeccionado la técnica de Caitlin cuando se trataba de manejar borrachos semiconscientes. Había aprendido hacía mucho tiempo que lo más importante era conseguir acostar a un hombre en un lugar cálido para que pudiera dormir la mona, ya fuera en el suelo o la cama. Nunca se había molestado en quitarles la ropa.

Sacar las botas de un hombre y su cartuchera era suficiente lucha, y realmente necesario.

Le llevó unos diez minutos dejar a Patrick en la cama y otros diez volver a la granja para cuidar de su caballo. Sólo entonces tuvo tiempo para reflexionar sobre lo que había pasado entre ella y Ace Keegan en las cuadras. Un aplazamiento, había dicho.

Eso tenía que significar que tenía la intención de volver.

Después de asegurarse que Patrick estaba pacíficamente dormido, Caitlin se metió en la cama, pero el sueño se le escapaba. No podía olvidar el enfado que había visto arder en los ojos de Keegan. ¿Debería ir al Marshall? La idea era tentadora. Por otra parte, ¿qué haría Keegan si ella renegara de su promesa y fuera a buscar ayuda? Después de todo, a menos que vendieran el rancho, no serían capaces de ahorrar suficiente dinero para hacer los pagos al hombre, sin duda no lo suficiente para aplacar su ira.

Ella cerró los ojos, con la mente llena de imágenes de Patrick en algún lugar de las montañas, con un disparo en la espalda o golpeado hasta la muerte. Si Keegan sentía que lo había engañado, ¿No mataría a Patrick como había previsto en un principio?

Estos pensamientos la mantuvieron despierta y temblando hasta bien entrada la noche. A menos que estuviera equivocada, Keegan volvería de nuevo, y ella estaría moralmente obligada a cumplir con su parte del acuerdo. Si se negaba, la vida de su hermano podría estar en juego.

 

 

Soplando sobre la nieve en lo alto de las Montañas Rocosas, el viento de la noche se había enfriado tanto como hacía veinte años o al menos eso le parecía a Ace. Encorvando los hombros por el dolor , escuchó el elevado tono de su lamento y recordó que en una ocasión lo había comparado con el de un fantasma solitario. Supuso que algunas cosas nunca cambiaban, sólo que ahora los fantasmas tenían nombres, y entre ellos, estaba el suyo. Por Jamie Keegan, el niño que una vez había sido, que murió hace mucho tiempo.

Inclinando la cabeza hacia atrás, contempló las ramas del árbol que estaban por encima de él. Difícilmente parecía el roble imponente de sus pesadillas. Tal como eran los robles, este no era tan alto, ni ciertamente tan siniestro. Ni siquiera podía recordar con certeza de cuál de las ramas había sido colgado Joseph. Por supuesto, durante el período de veinte años, el árbol había crecido y cambiado. Si no hubiera sido por otros puntos de referencia, no hubiera estado seguro de que fuera el mismo lugar.

Ah, pero lo era. No había ningún error. Subiendo un poco más a su derecha estaba el arroyo serpenteante y el lugar de baño que recordaba tan bien. A su izquierda estaba la zona plana que su padrastro había elegido para acampar esa fatídica noche hace muchos años.

Durante los últimos tres meses, desde su regreso a No Name, Ace había estado viniendo a este lugar por la noche, justo después de que el sol se pusiera. Se suponía que no podía decir que venía a visitar a Joseph, porque intelectualmente sabía que no podía visitar a un hombre muerto, pero emocionalmente esa era su intención. Para susurrarle sus planes. Hablarle desde lo profundo de su corazón. Con la esperanza de que, de alguna manera, Joseph sabría que estaba aquí y que era sólo cuestión de tiempo que los males del pasado pudieran ser corregidos. Tan correctamente como Ace pudiera hacerlo, en todo caso.

Esta noche fue la primera vez que Ace había venido sintiendo algún rastro de duda o incertidumbre acerca de lo que estaba haciendo. Clavado en el tronco de un enorme árbol a su lado, un recorte de periódico hecho jirones susurraba en la brisa. Lo habían sacado de la Gaceta de No Name y lo habían colgado allí mismo, un titular en grandes letras de imprenta que anunciaba la muerte financiera de los asesinos de Joseph, No Name finalmente había conseguido su línea de ferrocarril. Era el tipo de represalia que Joseph hubiera aprobado, una estafa a los estafadores. Sin violencia. Sólo los depredadores y los sin corazón saldrían heridos. Un irónico giro al final de la historia.

Expuesto a la intemperie como estaba, el recorte estaba empezando a desintegrarse, y gran parte de la tinta diluida por la lluvia, había sangrado en la corteza. A Ace, le parecía adecuado, una misiva simbólica de los muertos, una declaración de sus intenciones, por así decirlo. Sólo ahora, se sentía como si hubiera faltado a su palabra.

Alguien inocente había sido herido, después de todo.

Caitlin O'Shannessy… Dios, no podía sacarse de la cabeza la imagen de su cara. El miedo en sus ojos. Las manchas de color del fuego, que marcaban sus normalmente pálidas mejillas cuando había empezado a desabrochar los botones de su camisón. ¿Cómo podía haber hecho una cosa así?

Con cada cambio de velocidad del viento, las ramas de los árboles por encima de la cabeza de Ace eran azotadas y luego volvían a su lugar, sus hojas susurrando en voz alta y luego disminuyendo en un suspiro. Para Ace, parecían estar gritando el nombre de Joseph, una interminable letanía en honor de un hombre cuyo fallecimiento hubiera de otro modo pasado desapercibido. Incluso el montículo de la tumba de Joseph bajo el roble se había desgastado por el tiempo, el marcador de madera hecho por las manos de un muchacho joven también se perdió con los elementos.

A Ace le parecía tan triste… tan increíblemente triste. Este lugar debería haber sido marcado permanentemente por lo que había pasado aquí.

Mirando hacia la extensión interminable de enormes praderas, podía ver recortada en el horizonte, la silueta de la casa de madera que él y sus hermanos habían comenzado a construir hacía tres meses. A excepción de los trabajos de acabado interior, la casa estaba casi terminada, nueve meses después de lo previsto, según los cálculos de Ace. En San Francisco, había proyectado que se necesitarían solo tres meses para acabar de levantar la casa, no había contado con los seis meses que les había costado obtener la posesión de la tierra.

Patrick O'Shannessy había ayudado a acelerar las cosas al cometer el error de sentarse frente a Ace en un juego de póker.

Por lo general, ver la casa llenaba Ace de un sentimiento de éxito. Estaba tan cerca de conseguirlo, maldita sea. Tan cerca. Era demasiado tarde para empezar a tener dudas, demasiado tarde para dejarlo. Después de casi veinte años de trabajo, estaba a punto de ver el sueño de su padre adoptivo hecho realidad. Los Paxtons trabajarían la tierra por la que Joseph había muerto. Se casarían, tendrían hijos, vivirían y morirían aquí. Todo lo que Ace tenía que hacer era seguir los planes hasta el final.

Hasta esta noche, todo parecía sencillo. Ahora, se dio cuenta de que los riesgos eran mayores de lo que había imaginado. ¿Cuánto les había costado el ardiente odio a los asesinos de Joseph? O, quizás más exactamente ¿cuánto estaba dispuesto a sacrificarse?

Cuando todo esto hubiera pasado ¿quedaría algo decente dentro de él?